viernes, septiembre 15, 2006 |
Duros como una roca* |
 Los tipos duros no bailan. Norman Mailer. Editorial Anagrama. Año 1992. 325 páginas.
¿Qué hacer cuando se cumple el día 24 desde que tu esposa te abandonó? Y peor aún ¿qué hacer cuando te despiertas recordando nada y sólo habita a tu alrededor el olor a muerte? Son algunas de las disyuntivas que debe enfrentar el fracasado escritor Tim Madden, luego de una de las juergas más sórdidamente tenebrosa jamás descrita, teniendo que luchar contra la maldad de carne y hueso, los recuerdos y las voces torturadoras de su conciencia. Los acontecimientos transcurren en Provincetown, un grisáceo pueblo de la costa de Massachusetts, donde parece que tras cada esquina se esconde un abismo sin fondo, del cual sólo los que están hechos de acero pueden salir. La tensión es casi tan espesa como el humo de los cigarrillos que frenéticamente consume Madden, y está cargada de huracanados espíritus, sombras voraces y voces de ultratumba casi tan tormentosas como la duda punzante ante una verdad que se aleja, como un rompecabezas que modifica sus piezas para negarse a ser armado.
Surgen consejos del pasado, donde el mundo de lo “masculino” adoctrinado por un padre irlandés, representante por antonomasia del hombre recio y duro como una piedra (Dougy), deja entrever que la realidad está hecha sólo para los que pueden soportarla, dejando para los que carecen de cojones un único futuro posible, el de una bala calibre 22 alojada en su cabeza.
“Los tipos duros no bailan” llega a sumergirnos en una oscuridad casi absoluta, donde la crudeza de las conductas humanas se define por sobre la ficción y el imponerse sobre él más débil parece ser la única respuesta. Se ha olvidado el decoro, y el decirse “hombre” llega al grado de obsesión, temiendo a una homosexualidad cada vez más palpitante.
Todo está cubierto de gruesos velos que ocultan una verdad multiforme (aun más confusa que la duda), sólo compresible bajo los efectos del whisky y la endiablada marihuana producida en el cabo.
Es así como Mailer configura un relato ágil, sombrío y cargado de un humor negro que llega a la médula hasta indigestar. Las descripciones son engorrosamente detallistas y la frialdad se conjuga con la magia en un extraño baile sólo apreciable por el que ha tenido la desventura de moverse en estos ritmos. Si el libro fuese una canción, aseguro sería Omgyjya switch7 de Aphex Twin (Drukqs, cd1), ya que ambos comparten un mismo universo donde reina la confusión y los sonidos (duros y erráticos) taladran tanto el alma como el cerebro, sólo para asegurarnos... que no se puede estar seguro de nada.
*Texto publicado en revista Rockaxis, año 2006 |
posted by Juan Francisco Gore @ 5:54 p. m.   |
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